Cada vez está más ampliamente reconocido que la movilidad humana es un aspecto clave en el contexto del cambio climático. Así, el cambio climático está asociado con una amplia variedad de diferentes formas de movilidad, como son los desplazamientos, las migraciones laborales, las evacuaciones, las reubicaciones, los desalojos, las migraciones circulares y las migraciones permanentes o de corto plazo. Un aspecto que es menos conocido es el hecho de que, además de estimular la migración o contribuir al desplazamiento, el cambio climático también puede prevenir o interrumpir la movilidad. El llamado «sesgo de movilidad» -que se refiere al hecho de que los estudios de migración a menudo se centran en los «motores de la migración» y descuidan los factores restrictivos de la movilidad[1]– también determina la investigación y el debate sobre la movilidad relacionada con el cambio climático.
Si bien puede parecer evidente que las personas abandonarán una zona de peligro ante una amenaza ambiental inmediata, como son las inundaciones o los huracanes, estas podrían estar dispuestas a moverse o no. Sin embargo, los escenarios de inmovilidad son bastante difíciles de comprender. Un término bien establecido en este contexto es el concepto de “poblaciones atrapadas”. El tema de las «poblaciones atrapadas» se refiere a las personas que no pueden trasladarse porque no tienen la capacidad para hacerlo aunque el medio ambiente se esté deteriorando y se esté convirtiendo en una amenaza grave. El informe Foresight se ha señalado al respecto que el cambio ambiental «es igualmente probable que evite la migración como que la incremente».[2] Contrariamente a la opinión popular, los movimientos migratorios rara vez se originan entre los sectores más pobres de la población. Para migrar se necesitan recursos financieros, sociales y de otra índole, y las personas pueden verse obligadas a quedarse porque no pueden permitirse el traslado, porque se enfrentan a barreras sociales como la falta de educación y de redes sociales o debido a las barreras legales.
Muy a menudo, la falta de medios financieros, sociales y de otro tipo se manifiesta a lo largo de las dimensiones étnicas, religiosas y lingüísticas, entre otras, de la desigualdad, en particular el género y la edad. El impacto del huracán Katrina en la ciudad de Nueva Orleans/EE. UU. en 2005 constituye uno de los ejemplos más analizados con respecto a la interrelación entre desastre, género, edad, etnia, pobreza e (in)movilidad. Los vecindarios en los que residía una alta proporción de personas negras y pobres se vieron particularmente afectados por las inundaciones que asolaron a la ciudad. Un gran número de habitantes de Nueva Orleáns no pudo escapar de la ciudad afectada, la mayoría de ellos pertenecían a la población negra, más pobre, anciana y femenina de la ciudad.
Otro factor que puede llevar al aumento de la población atrapada con respecto al cambio climático es el cierre de las fronteras y el aumento de la seguridad fronteriza. Esto ya es un problema en la región del Sahel, una región que se ve particularmente afectada por el aumento de la desertificación y un cambio en los patrones de precipitación. Las fronteras internacionales en la región, como las de Marruecos y Argelia y entre Mauritania y Malí, se están volviendo cada vez más impermeables y peligrosas para los migrantes.[3]
El cambio climático también es un factor que desempeña un papel importante en la interrupción de los patrones de movilidad de las comunidades nómadas. Los Sama-Bajau en el sudeste asiático son grupos indígenas nómadas del mar que viven en Indonesia, Malasia y Filipinas. Su historia y cultura están estrechamente relacionadas con el océano. Los Bajau han vivido tradicionalmente en el mar y han subsistido mediante actividades de pesca realizadas en expediciones migratorias.[4] Sin embargo, su estilo de vida nómada se ha visto afectado por muchos factores, entre otros por los impactos del cambio climático. El cambio climático y el aumento en la frecuencia e intensidad de los fenómenos meteorológicos extremos interrumpen los patrones de viaje y ponen en peligro a las aldeas en la zona costera. Se esperan otros efectos adversos de la pérdida de hábitats de arrecifes, pastos marinos y manglares combinados con los desafíos derivados de la pesca excesiva y otras actividades antropogénicas, que amenazan profundamente los arrecifes en el sudeste asiático.[5]
Los pastores nómadas en los países y regiones de África han estado bajo una presión creciente debido a las sequías recurrentes e intensificadas. Como consecuencia, la búsqueda de pastizales es cada vez más infructuosa, lo que lleva a las comunidades nómadas a competir entre sí por los pastizales, dejando a los animales sin comida, poniendo fin a la vida nómada y haciendo que los pastores dependan del apoyo humanitario.[6]
Otro escenario de inmovilidad es el asunto de la inmovilidad voluntaria. Esto se refiere a la posibilidad de que los individuos y las comunidades también puedan optar por quedarse, aunque sepan que se enfrentan al deterioro ambiental o la pérdida de sus tierras. Las comunidades indígenas que viven en las islas del Pacífico pueden preferir permanecer en su tierra natal debido a razones culturales y espirituales. La inmovilidad voluntaria puede entenderse como «un importante dispositivo de afrontamiento, que ayuda a fortalecer el patrimonio cultural y espiritual entre quienes enfrentan la pérdida de su patria».[7]
En resumen, el cambio climático puede aumentar los incentivos para trasladarse, pero en muchos casos también puede tener «efectos inmovilizadores».[8] La noción de población atrapada se refiere a las personas que necesitan y desean moverse debido a amenazas ambientales que, sin embargo, no tienen la capacidad para migrar. Las poblaciones atrapadas también incluyen a las personas en movimiento que, por ejemplo, debido a la mayor impenetrabilidad de las fronteras, se encuentran atrapadas en el camino hacia su destino. El cambio climático también se asocia con otras formas de inmovilidad: puede desafiar o poner fin a diversas formas de prácticas nómadas o las personas también pueden decidir voluntariamente quedarse, aunque se enfrenten a amenazas ambientales graves.
Texto traducido por Beatriz Felipe Pérez
[1] Schewel, K. (2019) ‘Understanding Immobility: Moving Beyond the Mobility Bias in Migration Studies’, in International Migration Review, pp. 1-28, https://journals.sagepub.com/doi/full/10.1177/0197918319831952.
[2] Foresight (2011) Migration and Global Environmental Change, Final Project Report, The Government Office for Science, London, p. 104, https://assets.publishing.service.gov.uk/government/uploads/system/uploads/attachment_data/file/287717/11-1116-migration-and-global-environmental-change.pdf.
[3] Humble, A. T. (2014) ‚The rise of trapped populations‘, in Forced Migration Review 45, 56-57, https://www.fmreview.org/sites/fmr/files/FMRdownloads/en/crisis/humble.pdf (18.06.2019).
[4] Stacey, N., Steenbergen, D. J., Clifton, J. and Acciaioli, G. (2018) ‘Understanding Social Wellbeing and Values of Small-Scale Fisheries amongst the Sama-Bajau of Archipelagic Southeast Asia’, in Johnson, D., Acott, T. Stacey, N. and Urquhart, J. (eds) Social Wellbeing and the Values of Small-scale Fisheries, Springer, 97-123.
[5] Ibid.
[6] ICRC (2017) ‘Somalia: Failed rains threaten nomad way of life’, https://www.icrc.org/en/document/somalia-drought-food-hunger-conflict-rains-nomad (18.06.2019)
[7] Farbotko, C. (2018) ‘Voluntary immobility: indigenous voices in the Pacific’, in Forced Migration Review 57, 81-83, www.fmreview.org/syria2018/farbotko (18.06.2019).
[8] Black, R. and Collyer, M. (2014) ‘Populations ‘trapped’ at times of crisis’, in Forced Migration Review 45, 52-56, https://www.fmreview.org/sites/fmr/files/FMRdownloads/en/crisis/black-collyer.pdf (18.06.2019).