En la 94ª sesión de la Organización Internacional de Migraciones (OIM), el 1 de noviembre de 20071, se discutió
sobre la relación entre las migraciones y las causas medioambientales de esos desplazamientos de población, proponiéndose
la siguiente definición de migrantes ambientales2: “personas o grupos de personas que, por razones
imperiosas de cambios repentinos o progresivos en el medioambiente, que afecten negativamente su vida o sus
condiciones, se ven obligados a abandonar su lugar de residencia habitual o deciden hacerlo, ya sea temporal o
permanentemente, ya sea en su país o en el extranjero”.
La comunidad internacional no logra llegar a un acuerdo sobre el concepto de refugio medioambiental, pero sí se
entiende que estas personas sufren un desplazamiento forzado. Lo cierto es que existen muchos casos donde el
factor desencadenante de ese desplazamiento no sólo es ambiental, sino que subyacen, o mejor aún, anteceden,
otras variables como conflictos armados y violaciones de derechos humanos. Un buen ejemplo de ello lo encontramos
en la región de Darfur (Sudán), donde el control sobre el abastecimiento de fuentes de energía, tierras fértiles
y agua potable han avivado el conflicto, pero no sólo en Darfur. De ello nos habla precisamente el Informe Alerta
2017 de Escola de Cultura de Pau3: el continente africano alberga el mayor número de conflictos armados activos
en el mundo (13 sobre un total de 23 durante el año 2016, 7 de ellos considerados de alta intensidad: Libia, Chad,
Somalia, Darfur, Kordofán y Nilo Azul (Sudán), Sudán del Sur y Sinaí (Egipto)).