Este documento parte de la crítica sobre la lentitud con la que se ha abordado la relación entre cambio climático y migración, si bien cita tres hitos que hacen pensar que esto ya no es así:
-La Declaración de Nueva York para Refugiados y Migrantes (2016), que reconoce el medio ambiente como causa de migración;
-Los Principios sobre migrantes en países en crisis (MICIC), adoptados en 2016, que prestan atención explícita a las personas afectadas por desastres,
-Los preparativos para el Pacto Mundial sobre la migración segura, regular y ordenada (previsto para 2018) que incluyen consultas sobre cómo el medio ambiente puede influir en la movilidad y cómo los estados están reconociendo los vínculos entre estas áreas.
El informe es resultado del Proyecto MECLEP (Migration Environment and Climate Change Evidence Policy) que se ha desarrollado entre enero de 2014 y y marzo de 2017 y que ha tomado como referencia seis países piloto: República Dominicana, Haití, Kenya, la República de Mauricio, Papúa Nueva Guinea y Vietnam.
MECLEP ha constatado que la mayoría de los movimientos en el contexto de la degradación ambiental son internos y que la migración ya está teniendo un impacto positivo para adaptarse al cambio climático tanto en las capacidades de las personas como en las de los propios países.
También la reubicación y la integración de la migración en los planes urbanos son herramientas a tener en cuenta en la formulación de políticas.
Por eso, este informe señala que los responsables de la formulación de políticas deben incorporar la migración de manera más sistemática en sus esfuerzos por abordar el medio ambiente y el cambio climático. Pone el ejemplo de Haití y Kenia (pág. 89).
Cita fórmulas para afrontar los impactos de fenómenos meteorológicos sobre la migración: donaciones para las emergencias y microfinanciación para volver al lugar de origen, por un lado; y prácticas agrícolas enfocadas a la conservación de la naturaleza así como el uso de cultivos más resistentes, por otro.
Además, recuerda la necesidad de habilitar sistemas de alarma temprana de desastres y de tener en cuenta las diferencias de género (pág.92) así como a la población “atrapada”, que no puede migrar y, por tanto, está más expuesta.