En un sinnúmero de noticias, artículos científicos, documentales, libros, conferencias e informes se vienen reproduciendo cifras apocalípticas de personas migrando por motivos climáticos. A menudo no se cuestionan estas cifras, ni se tienen en cuenta las repercusiones negativas de tales afirmaciones.
Las proyecciones maximalistas
Se han realizado múltiples intentos para intentar cuantificar cuantas personas migran por motivos climáticos. Las primeras proyecciones, repetidas en numerosas ocasiones, fueron las Myers y Kent (1995), que vaticinaban en varias publicaciones que en 2025 habrían cerca de 200 millones de lo que denominaban environmental refugees. Años más tarde, Christian Aid (2007) predecía que, si no se tomaban las medidas necesarias, en 2050 habrían más de mil millones de personas migrantes climáticas.
Otras organizaciones internacionales -como por ejemplo el Banco Mundial, en su informe Groundswell: Prepararse para las migraciones internas provocadas por impactos climáticos– han realizado intentos similares. Al respecto, cabe recordar, como comentábamos en el artículo Migraciones climáticas: visibilizando las causas subyacentes y sus múltiples realidades, que “resulta cuanto menos paradójico que esta institución, que mediante la financiación de proyectos de “desarrollo” ha forzado el desplazamiento de miles de personas, publique un informe sobre migraciones climáticas”. Según este informe del Banco Mundial, en el peor de los escenarios climáticos se esperarían más de 140 millones de migraciones climáticas internas en 2050. Recientemente, el Instituto para la Economía y la Paz publicaba en su informe Understanding Ecological Threats, Resilience and Peace que, en 2050, 1.200 millones de personas serían desplazadas debido a las «amenazas ambientales».
Críticas a estas proyecciones
Estas cifras, que entrarían dentro de la perspectiva que Astri Suhrke denominó “maximalista” (en contraposición a la minimalista, que consideraba cifras mucho más restrictivas), han sido ampliamente criticadas por varios motivos, entre los que destacan que:
- No tienen en cuenta que no existe una relación “simple y directa” entre la degradación ambiental o los impactos de la crisis climática y la movilidad humana, ni que las migraciones climáticas son multicausales y que es muy complicado identificar cuándo el cambio climático es la causa principal o un factor subyacente de la movilidad. Las migraciones climáticas no ocurren solo por los impactos climáticos, sino que las consecuencias de esta crisis global (sequías, inundaciones, elevación del nivel del mar, etc.) interactúan con otros factores y desencadenan en diversos procesos de movilidad, que abarcan desde desplazamientos internos (predominantes), reubicaciones de comunidades e, incluso, movilidad internacional. Además, muchas personas involucradas en estos procesos ni siquiera identifican los motivos climáticos como causas de su traslado.
- A menudo carecen de evidencia empírica, se basan en metodologías no consolidadas y mezclan conceptos como movilidad interna e internacional, forzada y “voluntaria” e, incluso, factores de degradación ambiental (contaminación atmosférica, desplazamientos por proyectos de desarrollo, terremotos, etc.) y climáticos (elevación del nivel del mar, sequías prolongadas, etc.).
- Con frecuencia, lo que se está calculando es la cantidad de población en riesgo. Esto no equivale necesariamente a la población migrante, ya que muchas personas podrán adaptarse a los riesgos climáticos sin tener que trasladarse, otras, aunque afectadas, no podrán marcharse por falta de recursos y otras no querrán hacerlo, sino que permanecer en sus hogares mientras puedan.
Como comentaba François Gemenne (director del Hugo Observatory) en un artículo sobre este tema en 2011, muchos medios de comunicación y organizaciones de la sociedad civil utilizan estas cifras para llamar la atención sobre la realidad que suponen las migraciones climáticas (una motivación similar a la que les lleva a emplear la terminología “refugiados climáticos” a pesar de la falta de rigurosidad jurídica). Sin embargo, describir este fenómeno como futuras oleadas de personas “refugiadas climáticas” que se trasladan en masa desde África, por ejemplo, hacia Europa, o desde Latinoamérica a Estados Unidos, trae más consecuencias negativas que positivas.
Al respecto, las investigadoras Sarah Nash y Caroline Zickgraf comentan en su artículo Stop peddling fear of climate migrants los peligros asociados a estas proyecciones. Las autoras hacen especial mención a como en el citado informe del Instituto para la Economía y la Paz se hace énfasis en los efectos adversos que un gran número de personas migrantes y refugiadas podrían tener en las “naciones desarrolladas”, Europa en particular.
En un artículo publicado en Nature en 2020, escrito por 31 grandes expertas y expertos en el ámbito de las migraciones climáticas, las y los autores hacen referencia, justamente, a los peligros que entrañan las narrativas sobre migraciones masivas desde la perspectiva de la securitización y en las consecuencias de ese énfasis en enmarcar a las migraciones climáticas como una crisis incipiente para el Norte global. Aluden, además, a que incluso algunos fondos económicos púbicos destinados a investigación en la temática mantienen este énfasis en la securitización en lugar de cuestionarla. Aunque desde las Naciones Unidas se han repetido estas cifras alarmistas, merece la pena resaltar que dentro de la propia organización también han cuestionado este tipo de discursos.
Además, como comentan las autoras del citado artículo Stop peddling fear of climate migrants, con estas narrativas basadas en el “miedo a la invasión” se busca despertar el temor a un mundo distópico en el que el Norte global se ve invadido por personas que huyen del Sur Global, trayendo consigo caos, conflictos y actuando para desestabilizar las democracias. Estas narrativas han sido utilizadas por gobiernos negacionistas del cambio climático y para justificar políticas migratorias restrictivas con un nuevo argumento que permita cerrar las fronteras todavía más, incluso ante emergencias humanitarias.
Algunas cifras más fiables
Más fiables que las proyecciones maximalistas son las cifras que provee el Centro para el Monitoreo del Desplazamiento Interno (IDMC, por sus siglas en inglés) y que indican el número de nuevos desplazamientos internos asociados a desastres (aunque no incluyen la movilidad internacional y contabilizan desastres no climáticos, como los terremotos). Estas cifras no son proyecciones, sino una recopilación de los desplazamientos asociados a desastres que ya han sucedido cada año. Muchas de las personas involucradas pueden regresar a sus hogares tras el desplazamiento, por lo que no son necesariamente acumulativas.
El IDMC basa su análisis en rigurosos estudios de los datos recopilados desde una gran variedad de fuentes, que incluyen gobiernos locales y nacionales, organizaciones internacionales y la sociedad civil. Según el IDMC, en 2016, tuvieron lugar 24,2 millones de nuevos desplazamientos asociados a desastres, mientras que, en 2017, hubo un total de 18,8 millones. En 2018, 17,2 millones y en 2019, 24,9 millones. En 2019, se alcanzó un nuevo récord: el 75% del total de nuevos desplazamientos se debieron a desastres. En la primera mitad de 2020, incluso con las medidas de restricción de la movilidad impuestas para paliar la COVID-19, los desastres repentinos y de desarrollo lento provocaron 9,8 millones de nuevos desplazamientos.

Número total de desplazamientos internos por desastres hasta el 31 de diciembre de 2019. Fuente: IDMC, 2020.
Pero… ¿las cifras son realmente necesarias?
La realidad de la crisis climática es cada vez más clara: 2020 fue, junto con 2016, el año más cálido desde que se tienen registros. La realidad de las migraciones climáticas tampoco se puede negar, ya hay evidencias de que los impactos de la crisis climática se relacionan con la movilidad humana en muchos rincones del planeta, especialmente en el Sur global. También hay evidencias de que las personas en situación de mayor vulnerabilidad son las más afectadas. Al igual que ocurre con otros efectos adversos de la emergencia climática, la movilidad humana inducida por los desastres y el cambio climático afecta desproporcionadamente a los seres humanos en situación de mayor vulnerabilidad, lo que incluye a quienes viven en contextos de pobreza, a las comunidades indígenas y campesinas y, en todos estos grupos de población, especialmente a las mujeres y niñas. Por si fuera poco, la protección jurídica de estas personas se encuentra, en pleno año 2021, todavía limitada, especialmente cuando en su traslado cruzan fronteras internacionales.
Las personas responsables de políticas no deben utilizar el argumento de la falta de cifras fiables para obstaculizar el desarrollo de políticas que ayuden a proteger los derechos de quienes migran en la emergencia climática, ni utilizar las proyecciones apocalípticas para endurecer la securitización de las fronteras ante una amenaza irreal carente de evidencia científica.
Se ha de seguir investigando sobre las relaciones entre la crisis climática y la movilidad humana y, por supuesto, es importante desarrollar metodologías serias y rigurosas para cuantificar el número de personas afectadas. Todo lo mencionado en el apartado anterior, independientemente de contar o no con grandes cifras, debería ser suficiente para despertar conciencias y para pasar a la acción
Las personas responsables de políticas no deben utilizar el argumento de la falta de cifras fiables para obstaculizar el desarrollo de políticas que ayuden a proteger los derechos de quienes migran en la emergencia climática, ni utilizar las proyecciones apocalípticas para endurecer la securitización de las fronteras ante una amenaza irreal carente de evidencia científica.
Como comenta al respecto Alex Randall (director del programa de migraciones y cambio climático de Climate Outreach y gran experto en este tema) la mayoría de los movimientos sociales emancipadores en la historia no necesitaron conocer el número exacto de personas afectadas para tener éxito, por lo que considera que se puede desencadenar un movimiento por la justicia climática y migrante sin disponer de las cifras exactas de personas migrantes climáticas y (añado) sin basarse en proyecciones alarmistas que pueden causar efectos perversos.
Foto de cabecera de la cabecera del artículo por Alejandro Cartagena ????