Por Manuel Ortiz Escámez*
El 11 de marzo de 2011 un terremoto de 9.0 grados sacudió Japón, causando un tsunami de gran magnitud, el cual dañó la planta nuclear Fukushima I, la cual tuvo una gran fuga de radioactividad. Como consecuencia, 50 mil personas fueron evacuadas en un perímetro de 40 kilómetros a la redonda.
Luego de lo ocurrido, me trasladé a Fukushima con la idea de documentar el daño ocasionado en los seres humanos por la radioactividad. Me interesó el tema como una posible continuidad de un reportaje que hice en el 2011 sobre la vida actual de los sobrevivientes de la bomba atómica en Hiroshima, pero enfocado en el estigma y en las casusas de la masacre.
Antes de Fukushima, mi trabajo no tenía mucha relación con el medio ambiente. Sin embargo, aquel viaje me hizo cobrar conciencia sobre el desplazamiento humano masivo por desastres ambientales. Así, comencé a involucrarme con los proyectos sobre medioambiente de distintas investigadoras sociales, para quienes hice fotografías y videos de divulgación de distintas problemáticas en México y Colombia.
A principios de 2019, a través del Laboratorio Multimedia para la Investigación Social (LMIS) de la Universidad Nacional Autónoma de México, comencé el proyecto #HábitatPerdido. Se trata de una serie multimedia cuya finalidad es emplear la fotografía, el video, el registro sonoro y las ciencias sociales, para generar y difundir conocimiento en torno a la migración inducida por problemáticas medioambientales. Este trabajo está basado en el libro Expulsiones. Brutalidad y complejidad en la economía global (2015) de la socióloga Saskia Sassen.
En la actualidad, no solo me concentro en #HabitatPerdido, sino que brindo apoyo teórico, metodológico y práctico a investigadores que buscan incorporar imágenes en su quehacer científico.
Hacer visible la pérdida masiva del hábitat
El 22 de noviembre del 2016, se llevó a cabo en Madrid el Simposio Migraciones Climáticas, organizado por la Fundación Ecología y Desarrollo (ECODES). El encuentro tuvo como subtítulo la sugerente frase: Un problema hoy invisible. Y sí que lo es. Luego de revisar diversos informes y libros especializados en la materia, incluyendo el trabajo de Sasen, uno se percata que los estudios sobre migración climática son, en su mayoría, de índole teórico, económico, jurídico y cuantitativo. Y no es para menos.
Según la Agencia de la Organización de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), entre 2008 y 2014 se desplazaron 184,4 millones de personas por desastres ambientales en el mundo. Tan solo en 2015 fueron desplazadas por esta razón 19,2 millones de personas provenientes de 113 países. África subsahariana, Latinoamérica y el sudeste asiático, serán territorios de expulsión masiva de seres humanos debido al caos climático ocasionado por el neoliberalismo.
La cifra estimada para 2050, de acuerdo a la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), es de 200 millones de migrantes ambientales en el planeta. Los desastres ambientales, afirma el Consejo Noruego para los Refugiados, desplazan de tres a diez veces más personas que los conflictos y las guerras.
Es importante resaltar que el neoliberalismo ha fortalecido al patriarcado. Por ende, de acuerdo al informe “Perspectivas de género en las migraciones climáticas”, presentado por ECODES el 21 de noviembre de 2019, la movilidad humana inducida por el clima, afecta con mayor dureza a las mujeres y niñas, pues agrava las condiciones de desigualdad estructural de género a las que éstas se enfrentan.
Sassen advierte que, producto de una nueva etapa del capitalismo, en los últimos veinte años ha existido una acelerada destrucción biosférica en el planeta, misma que está generando lógicas de expulsión sin precedentes en la historia de la humanidad. La socióloga llama a este fenómeno “pérdida masiva del hábitat”.
Para Sassen, la pérdida masiva del hábitat está ligada a un “nuevo mercado global de tierras” basado en una lógica extractivista. En este sentido, nos dice la autora, entre 2006 y 2011 fueron adquiridas por gobiernos y empresas 200 millones de hectáreas a otros países. Las adquisiciones son en su mayoría para cultivos industriales como la palma de donde se obtiene biocombustible. Otra parte de estas tierras es para cultivos comestibles. Como el biocombustible es sumamente rentable y el coto de los alimentos ha ido en aumento desde el año 2000, parte importante de las adquisiciones de tierra son por razones de inversión y especulación del costo de la misma.
El problema es que quienes están adquiriendo estas inmensas extensiones de tierra, están generando la expulsión de los habitantes originarios y prácticamente la están dejando muerta luego de explotarla. Aunado, están las expulsiones humanas debido al los desastre ambientales causados por el cambio climático.
A pesar de que el cambio climático es un fenómeno que nadie en su sano juicio se atrevería a negar, y que la pérdida masiva del hábitat es un asunto grave e irreversible, Sassen lamenta que mucha gente alrededor del mundo no sepa o no dimensione lo que está pasando. Estamos, en efecto, ante un problema invisible, que debe ser visibilizado.
Migración climática y era digital
La expansión de las computadoras personales, el surgimiento del Internet y las redes sociales, el desarrollo de software para la creación de plataformas digitales, así como el cambio de la fotografía y el video de análogo a digital, han generado profundas transformaciones sociales, entre ellas una nueva forma de interacción social urbana a la cual llamo interacción social 2.0.
La interacción social 2.0 implica entre muchas otras cosas, positivas y negativas, que los flujos de información entre seres humanos son mayoritariamente por medio de la microelectrónica; por ende, una característica importante de esta transformación social es que –debido a invención y popularización de la fotografía digital y el Internet– vivimos en mundos predominantemente visuales.
El procesamiento de imágenes y palabras en los seres humanos pertenece a sistemas autónomos en donde las imágenes resultan más eficaces para conectar con emociones y las palabras con lo racional, esto no solo por cuestiones culturales sino también neuronales.
Resulta evidente que en tal contexto, para visibilizar con eficacia un problema tan sensible y humano como la migración climática y sus efectos, ya no son suficientes las palabras, a las cuales no les resto ninguna importancia, sino que es imperante incluir también imágenes y apelar las diversas narrativas y sentimientos que éstas evocan.
Si bien la imagen y el texto comunican de forma diferente, juntos pueden comunicar el mensaje de manera más extensa y clara. La imagen y el texto son elementos para trabajar de manera conjunta y equitativa; una puede dar sentido a la otra. Con un balance adecuado entre estas dos vías de comunicación, se refuerza la información del fenómeno estudiado, se enriquece la información que se extrae de él y se aprovechan al máximo los recursos con los que se cuenta para realizar la investigación y posteriormente divulgarla.
No todos los fenómenos son visibles, pero la pérdida masiva del hábitat y migración climática vaya que lo son. Incluir imágenes al investigar estos fenómenos puede ser un proceso meramente intuitivo con buenos resultados. No obstante, existen técnicas y recursos metodológicos que podrían ser de gran utilidad no solo para investigar sino también para narrar, posiblemente de una manera más sensible, las historias de las y los millones de expulsados climáticos.